jueves, 30 noviembre, 2023
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La Harinera de Pedro Muñoz: un impresionante molino contemporáneo de La Mancha

El Ayuntamiento de Pedro Muñoz, con su alcalde Carlos Ortiz a la cabeza, la convertirá en un museo, como símbolo del patrimonio agroalimentario de La Mancha, sin dejar de tener un uso cultural.

Desde el hallazgo de los cereales en la antigua Mesopotamia, su importancia en la alimentación occidental es incuestionable. La harina es el ingrediente mayoritario en la elaboración de un alimento tan indispensable como es el pan y de otro tipo de productos, como bollería y repostería. Decir harina en los países mediterráneos es casi un sinónimo de harina de trigo, y decir Castilla, es decir “el granero de España”. Y decir La Mancha es decir molinos y molinería.

A comienzos del siglo XX, el sector agrario de Castilla-La Mancha se renovó gracias a la aplicación de nuevos medios técnicos, que mejoraron las distintas labores agrarias y al uso de abonos químicos que aumentaron el rendimiento de la tierra de labor, provocando un nuevo periodo de expansión del cereal. Esta dedicación agrícola se tradujo en una abundancia de molinos harineros y fábricas de harina.

Esta evolución económica condicionó el desarrollo de la arquitectura protoindustrial e industrial de la zona, ya que junto a la pervivencia del molino de viento tradicional, característico de una agricultura artesanal y manual, se levantaron las primeras fábricas de harinas a principios del siglo XX, que progresivamente fueron imponiendo un modelo industrial de transformación del grano hasta la total sustitución del molino por la fábrica industrial.

La construcción de estas modernas harineras supuso, desde el punto de vista arquitectónico, el abandono de una tipología popular, como era la construcción de molinos de viento de carpintería y cantería, y su sustitución por otra plenamente industrial, en la que cobrarán protagonismo los materiales industriales, hierro, ladrillo y hormigón, y la organización del espacio en función del proceso tecnológico. En definitiva, la principal característica de la arquitectura industrial harinera de Castilla-La Mancha fue la convivencia entre los establecimientos productivos tradicionales, como los molinos de viento del Campo de Criptana, con las nuevas unidades de producción, las harineras, como la de “Nuestra Señora de Los Ángeles” o de Donato y Germán Martínez, en Pedro Muñoz.

La renovación del sector harinero estuvo propiciada por la utilización del motor único y por la innovación tecnológica experimentada por la maquinaria de molturación y de cernido. El motor único, generalmente una turbina, accionaba todas las máquinas de la harinera. El movimiento generado por la turbina se transmitía a este eje principal que, a su vez, por medio de correas de cuero, accionaba las diferentes máquinas. La transformación definitiva se produjo con la introducción tanto de los molinos cilíndricos, que sustituyeron a las clásicas muelas, como de los plansichter y sasores  , que mejoraron las labores de cernido de la harina. Para poder rentabilizar las nuevas máquinas era necesaria su disposición en altura. Las máquinas se distribuían en distintos pisos estando conectadas mediante elevadores de cangilones que subían el producto y tubos por donde la harina caía por gravedad. Por ello, era necesario un nuevo tipo de edificio, por pisos, que acogiera todo el proceso de producción de manera racional y funcional.

Estas nuevas fábricas de harinas fueron un símbolo de la innovación tecnológica aplicada a los sistemas productivos y supusieron el aumento de la rentabilidad económica, así como un reflejo de una sociedad emprendedora, que apostaba desde fechas tempranas por la innovación.

Las fábricas de harinas están repartidas por toda nuestra geografía, ya que servían para la elaboración del sustento básico de nuestra dieta.

En torno a ellas, han girado las vidas económicas de los municipios en los que se asentaron, hasta tal punto que aún hoy, tras más de treinta años del cese de su actividad, forman parte de la memoria colectiva y constituyen un referente identitario principal para las poblaciones que las albergaban, por la importancia de su actividad económica y social.

Por ello, el patrimonio industrial harinero tiene un valor cultural como parte del registro de la vida de una sociedad y proporciona un importante sentimiento de identidad que se debe preservar, ya que nos permite entender mejor el pasado y presente de nuestra cultura. Así, La Harinera se establece como referente de propuestas sostenibles para el nuevo uso del patrimonio industrial, no solo el patrimonio tangible, sino también un patrimonio inmaterial en los modelos de trabajo y relaciones comerciales.

La historia de La Harinera comienza con la construcción de la fábrica en el año 1909, según consta en su licencia original, fundada por el empresario Heriberto Fraile, llamándola Fábrica de Harinas “Nuestra Señora de los Ángeles”. En 1926, Donato Martínez y sus hijos y especialmente Germán Martínez Muñoz compran la fábrica de harinas a plazos, así como el trigo inicial, encargándose de la dirección y funcionamiento de la empresa hasta su cierre el 15 de diciembre de 1984. Es por ello que también se le conoce como “Fábrica de Harinas de Germán” en el Catálogo de bienes inventariados de la Junta de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento de Pedro Muñoz.

La Fábrica de Harinas de Pedro Muñoz (la situada en el casco urbano, ya que en el río Záncara existía otra conocida como La Cubeta, hoy completamente desmantelada y abandonada) tenía una capacidad de moler aproximadamente entre 12 000 y 18 000 kilos de harina diarios. En sus instalaciones se realizaban todas las fases de producción de la harina, desde la molienda hasta su ensacado, tras lo cual se cargaban en los camiones para su distribución. Originalmente y hasta su cierre, alrededor de la Harinera se ubicaban los hornos y panaderías, hoy desaparecidos, para realizar las últimas fases de producción. También quedaba una vivienda para la familia de la Fábrica.

La historia de la Fábrica de Harinas y de su horno adyacente es también una historia de los trabajadores y de las gentes de Pedro Muñoz, una historia social que aún hoy es descubierta por los vecinos recordando miles de anécdotas. Según lo relatado por los familiares de Germán, La Harinera contó con un equipo de empleados extraordinarios tanto en la fábrica como en el horno adyacente, que compartían los mismos valores de colaboración y de trabajo bien hecho que el dueño y eran parte inseparable de la actividad harinera de la fábrica.

Es una gran noticia para toda La Mancha la recuperación, puesta en valor y musealización de este edificio.

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